Un Antiguo Molino harinero en una de las calles más especiales del pequeño municipio de Pedralba, la Calle de la Acequia, es el punto de partida de este precioso proyecto. 

Todo nace de la necesidad de conservar y dar vida al edificio, a la par que generar un nuevo espacio de Biblioteca, Escuela de Adultos y Archivo municipal. 

Todo ello se formaliza a través de un concurso de obra pública, al que el equipo de Rubén Muedra no duda en participar. Ni que decir tiene la especial ilusión que le hace a un arquitecto el tener la oportunidad de hacer un proyecto de estas características en su tierra. 

El río Turia que alimenta y da vida a Valencia, es el mismo que ha traído prosperidad a Pedralba. Y es que no se puede desligar al pueblo de la huerta, la acequia, el molino y sus gentes. La figura del molino ha sido una pieza clave de la economía del municipio desde época medieval. Es por ello que tanto el enclave como el edificio en sí tienen un significado especial.  

El proyecto pone como principio fundamental el máximo respeto a la historia, tanto del propio edificio como del municipio. Se plantea una intervención que desde su relación con la vía pública se lea y entienda perfectamente las distintas actuaciones acontecidas en él. 

La idea es no privar al pueblo de su historia, y por ello se propone mantener la materialidad y el tamaño de huecos en la fachada principal; devolver las marcas de las aperturas que tuvo en la fachada este (ahora completamente cegada); y volver a abrir el hueco histórico de acceso principal, esta vez solo como gran hueco con entrada de luz.  

El único punto singular en la fachada principal, que pretende actualizar el edificio al contexto actual y que rompe con el ritmo original será el gran hueco con forma trapezoidal que marcará el nuevo acceso y permitirá hacerlo accesible. Éste se entiende como un espacio cedido al espacio público. Un pedazo de historia con una calidad sensorial especial en el que antes siquiera de acceder al edificio el usuario huele, escucha y ve caer el agua de la acequia que recorre la calle.  

Y es que gracias a ella, utilizando la energía potencial y cinética del salto de agua, mueve un par de turbinas que aprovechan esa energía para poner en marcha la maquinaria del molino. 

La fachada posterior, en contraposición, con la mayoría de huecos hechos durante los últimos años en los que llegó incluso a albergar una vivienda y con nulo valor arquitectónico o histórico, se postula como bloque en el que solo se le da importancia al acceso y al juego de volúmenes. Marcando tanto el movimiento en planta del edificio como el cambio de alturas en cubierta. Permite su lectura y continuidad con la actuación el material de fachada y de acceso, también como un vacío poligonal y oscuro. 

En el interior se produce un juego escénico en el que las luces y las sombras cobran importancia ya que ayudan a focalizar y entender qué parte es museo y exposición de lo que sería el resto de usos. Se utilizan tonos neutros y oscuros de forma generalizada, destacando a modo de escenario la parte histórica en el que se recupera la madera natural y se rehabilita y pone en funcionamiento la maquinaria industrial original. 

Se le da solución a la comunicación vertical mediante una escalera metálica muy ligera que permite entender el recorrido a través de las distintas plantas como una experiencia narrativa, y explicativa del funcionamiento y proceso de molido. Una forma más de contar la historia del Molino y hacer que perdure en el tiempo. 

Los conceptos sostenibles bajo los que se ha planteado el proyecto son los que utilizan estándares como Passivhaus o Well. Entre los que destaca la utilización de ventanas y puertas de altas prestaciones, excelente aislamiento térmico y acústico, ausencia de puentes térmicos, hermeticidad al aire y una alta eficiencia de los equipos instalados. Todo ello buscando el máximo confort y salud de los usuarios.